Algunas personas dicen que las casas consisten en paredes.
Yo digo que las casas consisten en ventanas.
Cuando se elevan casas diferentes unas al lado de otra, en la calle con todo tipo diferentes de ventanas, o razas de ventanas, nadie protesta.
Así puede aparecer una casa de estilo Art Nouveau, al lado de una casa moderna con ventanas cuadradas sin adornos, seguida a su vez de una casa barroca con ventanas barrocas. Pero, si los tres tipos de ventanas de las tres casas pertenecieran a una sola casa, esto se consideraría una violación de la segregación racial de las ventanas. ¿Por qué? Cada ventana individualmente tiene derecho a la vida.
Sin embargo, según el código dominante, si se mezclan las razas de ventanas, se infringe el apartheid de las ventanas. El Apartheid contra las ventanas debe terminar.
Porque la repetición de ventanas idénticas una al lado de la otra y una encima de otra como en un sistema de retícula es característico de los campos de concentración.
En la nueva arquitectura de las ciudades satelitales y en los nuevos edificios administrativos, en los bancos, en los hospitales y en las escuelas, la uniformidad de las ventanas es insoportable. Los individuos, que nunca son idénticos, se defienden contra los dictados de esta uniformidad, pasiva o activamente, según su constitución. Así, a través del alcohol y la drogadicción, el éxodo de la ciudad, la manía de la limpieza, la dependencia de la telivisión, dolencias físicas inexplicables, alergías, depresiones y hasta el suicidio, o bien, por medio de la agresión, el vandalismo y el crimen.
Una persona que vive en un apartamento alquilado debe tener derecho a asomarse a la ventanas y rascar la obra de albañilería que alcance con el brazo y se le debe permitir tomar un cepillo largo y pintar toda la parte exterior que alcance con el brazo. Así toda la gente podrá ver desde lejos que allí vive una persona diferente de la persona uniformada, esclavizada y prisionera que vive al lado.
22 de enero de 1990.
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