Nuestras casas están enfermas desde que existen planificadores urbanos dogmáticos y arquitectos de ideas fijas. No caen enfermas, son concebidas y traídas al mundo en ese estado. Todas estas casas, que tenemos que soportar por miles, son insensibles, carecen de emoción, son dictatoriales, crueles, agresivas, lisas, estériles, austeras, frías y prosaicas, anónimas y vacías hasta el aburrimiento.
Son una quimera de funcionalidad, son tan deprimentes que los vecinos y los que pasan por allí caen enfermos.
Consideremos lo siguiente: de cada 100 peronas que viven en una casa, 100 000 pasan cerca de ella todos los días: éstas últimas sufren tan como los vecinos de las casas, si no más, a causa de la impresión deprimente que produce la fachada de una casa sin vida. Pero los hospitales también están enfermos.
Los edificios uniformes, al estilo de los campos de concentración y los barracones, destruyen y uniformizan lo más valioso que una persona joven puede aportar la sociedad; la creatividad individual y espontánea. Si los arquitectos hubieran sabido curar estos edificios enfermos y causantes de enfermedad, no los habría llegado a construir.
Por eso hace falta una nueva profesiín: médico de la arquitectura. La única tarea del médico de la arquitectura es la devolver la fignidad humana y la armonia con la naturaleza y la creación humana. Sin tener que destruir todo primero, sino mediante pequeños cambios en puintos estratégicos, y sin gran esfuerzo ni recursos monetarios- esto incluye desregular el curso regulado de los ríos, romper horizontes planos y estériles, convertir zonas de suelo en superficies desiguales y onduladas, dejar crecer la vegetación entre las separaciones del adoquinado y en las grietas de los muros, donde no molesta a nadie, modificar la forma de las ventanas y redonderar irregularmente esquinas y bordes.
El médico de la arquitectura es el responsable de operaciones quirúrgicas más importantes, por ejemplo, derribar paredes, torres de posición y pilares. Simplemente se trata de reconocer el derecho a la ventana, a plantar hierba y árboles en los tejados, a dejar que las plantas trepadoras crezcan y a instalar árboles inquilinos.
Si dejas bailar a tus ventanas, diseñándolas en estilos diferentes, y si dejas que aparezcan todo tipo de irregularidades en fachadas e interiores, las casas se recuperarán, las casas empezarán a vivir.
Cualquier casa tiene cura, por fea o enferma que esté.
24 de enero de 1990.
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