La gente me pregunta porque yo, un pintor, me entrometo en asuntos de arquitectura. Pero, además de pintor, soy tambien un hombre. Antes de sentarnos en cualquier sitio, limpiamos primero la silla, si está sucia. Si voy a entrar en una arquitectura sucia, primero tengo que limpiarla también. Y cuanto más sucia sea la arquitectura, con más fuerza y eficacia habrá que combatir su suciedad.
Entro en una casa como un hombre libre, no como esclavo. Sólo entonces puedo hacer cualquier otra cosa, como pintar, o decir algo. Hay otra razón muy importante por la que elijo Viene para atacar este abuso de cajas-prisiones, sobre todo porque soy austríaco. Por eso tengo una obligación moral, porque desde Austria se lanzó este crimen arquitectónico contra el mundo. Por tanto, las reparaciones deben proceder de Austria. El astruíaco Adolf Loos trajo esta atrocidad al mundo. Fue en 1908 con su ingenioso manifiesto titulado "Ornamentación y crimen". Lo hizo con ¡buena intención!....pero Adolf Loos fue incapaz de preveer lo que ocurría 50 años después. El mundo nunca se librará del demonio que Loos invocó.
Mi deber y el de todas las personas de Austria es el de reconocer y combatir la catástrofe desencadenada en este país hace setenta años. Cincuenta años más tarde exactamente, en 1958, en Seckaum leí mi "Manifiesto del enmohecimiento contra el racionalismo en la arquitectura". Ya Alemania se celebran continuos encuentros de arquitectos con conciencia, para los que la responsalidad de lo que hacen es una pesada carga. Pero no encuentran la solución. Sin embargo, he visto algunos edificios nuevos que no eran un simple producto de tableros del delineante. Esa es una bueña señal. Pero, es menos que sucifiente.
Volvamos a Loos. Es cierto que la decoración manida al uso era una mentira. Pero no un crimen. No por quitar aquella decoración las casas se volvieron más respetables. Loos tendría que haber sustituido aquella estéril decoración por vegetación. Pero no ocurrió así. El valoraba la línea recta, lo idéntico, lo liso. Ya tenemos lo liso. Todo resuma lisura. Hasta Dios. Porque la línea recta es atea. La línea recta es la única línea no creativa. La única línea que no se presenta ante el hombre como la imagen de Dios. La línea recta es el verdadero instrumento del demonio. Quien la utiliza, contribuye a la ruina de la humanidad.
¿Cómo será este fin? Ya hemos tenido un anticipo de lo que puede ser: entre diez y veinte psiquiatras en cada bloque de apartamento de Nueva York. Clínicas a rebosar, donde los enfermos no pueden ponerse bien, porque también las clínicas están construidas al estilo de Loos. Aumentan las enfermedades entre las personas encerradas en la esteril monotonía de las casas en hilera. Aparecen todo tipo de erupciones, úlceras, cánceres y muertes extrañas. Es imposible recuperarse en ese tipo de edificios. A pesar de la psiquiatria y de la seguridad social. El número de suicidios en la ciudades satelites van en aumento. Y los intentos de suicidio son incontrables. Hay mujeres que no pueden salir durante el día como los hombres. Podríamos pasar horas enumerando las miserias que empezaron con Loos. El nihilismo de los internados se expresa en la disminución del deseo de trabajar y en el descenso de la producción, lo cual pueden seguramente confirmar los psiquiatras y estadistas. Porque la infelicidad se puede cuantificar también cifras y dinero. Así, el daño causado por los métodos racionales de construcción sobrepasa con mucho el ahorro aparente que se haya conseguido. Esto proporciona la prueba de que los edificios racionales se vuelven criminales, si se dejan como son. Hoy estoy en contra de la producción en serie como tal. Desgraciadamente, seguimos necesitándola por ahotra. Pero dejar los objetos producidos en serie en el estado en que llegan a nosotros, es un signo de descontento personal, la prueba de que uno es esclavo.
¡Ayudemos a revocar las leyes criminales que reprimen la libertad de construcción creativa! La gente ni siquiera sabe todavía que tienen derecho a diseñar su propia ropa, su propia vivienda, tanto por fuerza como por dentro. Ningún arquitecto ni cliente en particular puede aceptar la responsabilidad de todo un bloque de apartamentos, ni tampoco la de una sola casa destinada a varias familias. Esta responsibilidad debe asignarse individualmente a cada residente, tanto si es arquitecto como si no. Deben levantarse todas las restricciones impuestas por las autoridades de inspección de edificios, por los contratos de arrendamiento, etc, que prohiban o pongan las limitaciones a las mejoras individuales en una casa. De hecho, el deber del estado es ofrecer ayuda financiera y apoyo a cualquier ciudadano que desee hacer modificaciones en los muros exteriores o dentro de la casa. El hombre tiene derecho a reclamar su epidermis arquitectónica. Con una condición: no debe afectar ni a los vecinos de los que llevan a cabo modificaciones, ni a la estabilidad de la casa. Pero, para esto tenemos técnicos expertos que pueden calcular todo con precisión. Los inquilinos y los propietarios deben tener opción a hacer mejorar en su casa. Sólo en el caso de que el siguiente inquilino no acepte esas modificaciones, volverá el apartamento a su estado original. Pero se puede afirmar, con una probablidad del 90 %, que las mejoras individuales serán muy bien acogidas por el siguiente inquilino, pues tienen como objetivo hacer más humano el apartamento. Si no se aprueba una ley que autorice las modificaciones individuales en los edificios, la piscosis de prisión de los residentes internos seguirá empeorando y la situación tendrá un final fatal. Sólo hay dos opciones: la esclavitud absoluta o la rebelión contra las limitaciones a la libertad personal.
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